En toda secta se pide a sus incondicionales y sus egresados una entrega total a la causa, acompañada siempre de dos formas de piedad: unanimidad y devoción. Estas dos características son mutuamente dependientes. Sin unanimidad no existe entrega total. Y sin devoción la unanimidad no tendría una causa a la que poder recurrir para concitar el acuerdo general.
Asimismo, existen dos clases de sectas: ortodoxas y heterodoxas. Las sectas heterodoxas no pasan de unos cuantos centenares o miles de seguidores. En cambio, las sectas más ortodoxas se extienden por el mundo como una enfermedad silenciosa, y la gente en masa adopta sus ideas sin ni siquiera ser conscientes de que están participando de un aquelarre más irracional y mucho más peligroso que el de aquellos que adoran a satán en una cueva habitada por un grupillo de acólitos. Este segundo tipo de sectas son, con diferencia, las más dañinas.
Es sabido que, para convocar la unanimidad y alimentar la devoción, hace falta también consignar algunos milagros. Los milagros son hechos de la realidad que han sido adulterados para adaptarlos al mensaje de la secta. Un milagro puede ser cualquier cosa: una curación imposible, una excepción a las leyes naturales, una aparición mariana, o una venida divina. Las señales milagrosas están por doquier en todas partes, pero se intensifican sobre todo en momentos de crisis, o cuando aparecen cataclismos y desastres naturales. No hay nada más natural que un cataclismo, pero a la gente le gusta pensar que son obra de alguna divinidad.
Las plagas son una de las señales más comunes que utilizan las sectas. Y el Covid 19 es la señal que está de moda ahora. Por tanto, no es extraño que la irracionalidad este a flor de piel en estos aciagos días del juicio final. Decíamos más arriba que la irracionalidad se caracteriza por dos cosas: unanimidad y devoción. Y son estas dos cualidades las que se vuelven a exigir a los feligreses de todo el mundo hoy en día, mientras penamos nuestras culpas encerrados en las celdas y los conventos en los que se han convertido nuestras casas.
La unanimidad es un imperativo categórico. Los gobiernos necesitan unanimidad, para que nadie les cuestione o les saque los colores. Y las beatas se callan como momias embalsamadas, consagradas a la causa de sus gurús. Y si se te ocurre disentir, te excomulgan, te queman, te llaman insolidario y te mandan a rezar.
Una vez que la secta se ha asegurado la unanimidad, hay que alimentar la devoción con un mensaje consecuente. En este caso, se dice que ha llegado el momento de cambiar el modelo económico, para no dañar más a la madre naturaleza. Y todo se interpreta en estos términos, como si mamá gea estuviera enfadada: una nubecilla que amenaza tormenta, un volcán en erupción, la nieve en abril, los posos del café, etc…
Unos se dedican a quemar las antenas 5G porque piensan que son las que provocan los síntomas de la enfermedad. Otros rechazan las vacunas porque dicen que es la manera que tiene el nuevo orden mundial de inocular a los ciudadanos las cepas más virulentas, para propiciar su muerte masiva. Y los más disparatados de todos anuncian a bombo y platillo que el sistema económico y laboral, que nos hemos venido dando los hombres hasta ahora, se encuentra definitivamente agotado, y está sentenciado, precisamente cuando más agotados estamos todos, cansados de estar en casa sin oficio ni beneficio.
No es difícil identificar al sectario: se alimenta del desastre como un parásito lo hace de la sangre que recorre el cuerpo de su hospedador. Siempre que el mundo se desmorona, ellos aprovechan para evangelizar. El modelo capitalista -nos dicen- está dando sus últimas bocanadas, víctima de sus propias incoherencias. Pero por mas que miro a mi alrededor lo único que veo es gente pasando las de caín como consecuencia de haber abandonado el capitalismo, el comercio, la globalización, los viajes, la libertad. Si algo nos enseña esta pandemia es que las cosas van mucho peor cuando el capitalismo se ve amenazado. No sé cómo alguien puede extraer la idea contraria, a saber, que el sistema capitalista es el culpable de esta situación de desamparo que estamos viviendo. Solo se explica si la persona en cuestión está adscrita a la secta del covid, y antes que a esta, a la fraternidad de la hoz y el martillo, o a la logia de Greenpeace, o a la masonería del panecologismo y el buenismo ludita. Obediencia al líder. Unanimidad. Y devoción. Sobre todo devoción. Esta epidemia la vamos a parar. Quédate en casa. Haz acto de contrición. Y cuando acabe todo, cambiamos el modelo económico. En vez de volver a salir a la calle y reanudar la vida normal, hay que regresar a las cavernas; sigamos en las cavernas, el planeta no se merece nuestra presencia, lo estamos destruyendo, viva la cuarentena, que mierda de cuarentena, no aguanto más, quédate en casa, que viva el gobierno, me subo por las paredes, quédate en casa, no podemos seguir contaminando, que ganas de coger el coche para ir a la sierra, quédate en casa, me bajo al bar, el libre mercado es un modelo agotado, echo de menos ir de compras, quédate en casa, ¿quíen soy? Eres un socialista lleno de contradicciones, un seguidor de la doctrina del Covid, un encantador de serpientes, el mismo de siempre.
El gobierno pide unanimidad. Las beatas callan como momias. Los votantes se dedican a evangelizar. Y los agoreros hacen su agosto. El zoológico del Arca de Noé abre sus puertas. Pasen y vean. La función acaba de empezar.