Menger: un gran generalista y un buen conciliador


Sagar Hernández Chuliá, Profesor asociado en el Dpto. de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, ha impartido hace unos meses un seminario centrado específicamente en la figura de Carl Menger, economista fundador de la Escuela Austriaca. La charla ha versado sobre epistemología, como no podía ser de otra manera. La EA es una corriente heterodoxa de pensamiento económico, cuya característica principal es haber utilizado la metodología como principal apoyo para construir las leyes económicas. 

El señor Hernandez ha comenzado su exposición refiriéndose a una de tantas clasificaciones que hace Menger. Para el padre de la Escuela Austriaca existen dos tipos de conocimiento: ciencia de lo que es y ciencia de lo que debería ser. Dentro de la primera, el propio Menger distingue a su vez una ciencia histórica más concreta, basada en el individuo, y una ciencia teórica más general. Estas dos orientaciones, la de los individuales y la de los generales, han formado desde siempre parte indiscutible del cuerpo doctrinal de la filosofia de corte aristotélico, y sale a relucir en muchas partes de la obra de Menger, el cual también era un aristotélico de libro.

El señor Hernandez nos recuerda entonces que Menger distinguía entre conocer y comprender, y atribuía estas dos acciones del pensamiento tanto a las ciencias históricas como a las ciencias teóricas. A continuación insiste en un hecho parecido al anterior. Para Menger las leyes exactas y las leyes empíricas se aplican tanto a las ciencias sociales como a las naturales. 

Podemos decir sin ambages que la EA tiene la firme convicción de que el conocimiento puede ser aprehendido, no solo mediante experimentos fácticos, como hacen las ciencias empíricas, sino también utilizando los apriorismos, como ha venido haciendo siempre la filosofia desde que aristóteles publicara su Metafísica. Para Menger ambos métodos son igual de válidos. Y no solo eso, sino que además piensa que las dos herramientas pueden y deben ser utilizadas para explicar todos los fenómenos, tanto en el ámbito de las ciencias naturales como en el de las ciencias sociales.

Para Menger los aprioris no proceden de la experiencia. Menger es un dualista metodológico. Pero esto no quiere decir que los aprioristas hablen de una realidad completamente disociada de la que se analiza en las ciencias naturales, más experimentales. A medida que abordamos fenómenos más complejos (y la sociedad es el fenómeno más complejo de todos), los datos y los experimentos empiezan a cobrar menos sentido. Cada vez es más difícil llegar a conclusiones exactas sobre una materia determinada. Es entonces cuando más hay que tirar de los apriorismos y los axiomas, partir de una verdad indiscutible (necesaria) para llegar por implementación a otra serie de afirmaciones igual de seguras pero más concretas. No obstante, esto no quiere decir que solo haya que usar los apriorismos cuando la investigación entra dentro del ámbito de las ciencias sociales; como tampoco es cierto que el instrumental empírico sea el único apero con el que podemos pertrecharnos para sumergirnos en el mundo de las ciencias naturales.

Menger también apoyaba la idea de que la evolución espontánea se une al diseño deliberado para tirar del carro del progreso. Nuevamente, escapa aquí del maniqueísmo que afecta a aquellos que, incluso dentro de la Escuela Austriaca, pretenden achacar toda la responsabilidad del progreso al orden espontáneo o al diseño inteligente por sí solos. Lo que Menger dice es que no deberíamos menospreciar ninguno de los dos mecanismos. 

En toda la obra de Menger se aprecia un espíritu integrador (universalista) que supera incluso al de sus pupilos más directos. Por mucho que Mises haya sentado las bases de la economía siguiendo los dictados de Menger, utilizando unos pocos axiomas de partida para derivar todas las leyes económicas, hay en él un aspecto que suele olvidarse, y es que Mises afirma que las ciencias sociales y las ciencias naturales están separadas por una barrera infranqueable. De hecho, él siempre se aseguraba de recordar que su axioma se aplicaba única y exclusivamente al hombre, pues era la acción intencionada y racional lo único que estaba considerando para fraguar la economía.

Hay que reconocer que Menger fue el primer epígono del economismo austriaco que acometió una verdadera integración intelectual. No es de extrañar que buscara también una conciliación con los historicistas de su época, avenencia que no tuvo entre estos una buena acogida. Posteriormente, los austriacos se han dividido también entre aquellos que creían solo en el orden espontáneo y aquellos que concedían algún papel al orden deliberado (estatal), o entre aquellos que apoyaban a ultranza el apriorismo radical y aquellos otros que mostraban ciertas reservas, o entre aquellos que se niegan a emplear las matemáticas en los estudios sociológicos y aquellos otros que le otorgan algún papel importante.

Por eso creo también que el profesor Sagar se equivoca cuando atribuye a Menger (en una parte de su charla) el papel de objetivista, hombre reacio a utilizar el subjetivismo, una postura filosófica que después habrá de ser moneda común dentro de la EA. Como buen integrador de ideas, y contrario a cualquier maniqueísmo, Menger era al mismo tiempo un objetivista y un subjetivista. Solo hay que saber interpretar el principio básico del que bebe la EA (que Menger defendía): el individualismo o atomismo metodológico, la idea de sujeto, no solo como algo relativo, sino también como principio y fin de todas las cosas, y, por extensión, como realidad última, la más objetiva que existe en la naturaleza, esto es, aquella que describe a todos los sistemas como formados de partes individuales más fundamentales. 

Acerca de Eladio

Licenciado en biología. Profesor de instituto. Doctorando en economía.
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