Si los partidos proetarras y los nacionalistas corruptos están en la calle y en las instituciones, no es por una suerte de casualidad. Si Otegi puede constituir un grupo político, y Puyol ha sido capaz de seguir disfrutando de libertad, a pesar de haber robado ingentes cantidades de dinero, no es por ninguna broma del destino. Hay una razón de peso detrás de todo eso. Si Podemos sigue optando al gobierno, aunque sus dirigentes aparezcan en video abrazandose con sátrapas y comerciando con homófobos y asesinos, no es porque nos hayan echado mal de ojo. Existe una mayoría que se lo permite.

Es preciso que lo reconozcamos, aunque resulte difícil de digerir. La política es un mero reflejo de la sociedad. Solemos acusar a los gobernantes de todo, pero deberíamos mirarnos el ombligo con más frecuencia y quitar la pelusilla que se ha quedado alojada ahí. Vivimos en un mundo lleno de ignaros y de indignos. Las ideas revolucionarias, colectivistas y totalitarias, cobran fuerza con cada nueva generación de imberbes, y se imponen por encima de aquellas que reclaman más libertad y sentido común. Los pocos que disponen de una mente preclara solo pueden gritar a una manada de mandriles. Los partidos políticos que abogan por una vida parlamentaria más sosegada y respetuosa con las instituciones y la libertad terminan desapareciendo en la noche de los tiempos. En cambio, los que reclaman la vuelta del comunismo, los que abogan por excederse en el gasto, los que quieren romper con el consenso territorial, o poner en duda la unidad de España y la igualdad de derechos, son los que más votos y atención mediática recaban.
Pocos son los que elevan la voz para airear los trapos sucios. Pocos se ocupan de sacar a la luz las corruptelas del clan de los pujol. En cambio, la mayoría se lleva las manos a la cabeza cuando un empresario español se convierte en la persona más rica del mundo gracias al esfuerzo y la habilidad para satisfacer a sus clientes. Odiamos el capitalismo de libre mercado, pero pasamos por alto los pecados capitales de los que nos gobiernan. Sembramos odio y recogemos paja. Los políticos solo son la careta que nos ponemos para hablar en público.