Defensa de la minarquía: algunas nociones básicas


chapa_redonda_de_5_cm-r2cdb00a5000b43e6874ce7be2b60b969_x7j3i_8byvr_324La minarquía, a diferencia del anarcocapitalismo, es un sistema inclusivo, armónico, que atiende a todos los problemas que existen, y que intenta repararlos en la medida de lo posible.

Partimos de la base de que todos los sistemas son imperfectos. Asimismo, asumimos que, tanto el mercado como el Estado, presentan algunos fallos de funcionamiento evidentes. Consideramos también que dichos fallos son intrínsecos al sistema, dependen de su propia manera de actuar, y no se pueden eliminar.

El mercado falla a la hora de establecer una institución general que garantice el cumplimiento normativo en todos los casos. El mercado se dedica a cubrir necesidades subjetivas de las personas, así que no puede actuar también para garantizar esas exigencias universales de la mejor manera posible. Pero como el mercado se basa al fin y al cabo en una normativa de carácter general, puesto que solo funciona correctamente cuando existe un marco apropiado y se respeta el valor sagrado de la libertad, el mercado tiene que recurrir al Estado para obtener de este esas garantías ecuménicas de seguridad.

Por su parte, el Estado falla a la hora de satisfacer necesidades subjetivas. En este caso, el mercado es el mejor garante de dichas necesidades. El Estado es un monopolio de la seguridad y por consiguiente no puede dedicarse a satisfacer necesidades concretas de los ciudadanos; no debería hacerlo. 

Ni el Estado ni el mercado pueden ejercer funciones que queden fuera de sus respectivos ámbitos de intervención, y que sean contrarias a sus capacidades intrínsecas. Por ejemplo, el mercado no puede regular una normativa objetiva porque su acción se centra en las necesidades subjetivas de los distintos individuos. Y del mismo modo, el Estado tampoco puede ofrecer bienes heterogéneos y subjetivos, ya que solo está preparado para solucionar cuestiones más abstractas, pertenecientes al ámbito de las reglas y disposiciones negativas que constituyen las condiciones de posibilidad del mercado.

Así, teniendo en cuenta que existen bienes y necesidades heterogéneos que sólo pueden cubrirse dejando que actúe el mercado libre a través de la oferta y la demanda, y viendo que también existen algunos bienes homogéneos completamente objetivos, leyes básicas y condiciones de posibilidad que solo pueden ser ofrecidas y estipuladas por un órgano que ostente el mismo rango: el Estado, podemos concluir que ambas instituciones son necesarias y legítimas, y que deberán jugar un papel importante en cualquier sociedad moderna.  

En cuanto al problema de la información, éste no es un problema en absoluto. El mercado libre actúa mediante órdenes espontáneos e información distribuida de fácil manejo. Y el Estado actúa por imperativo legal sobre grandes volúmenes de datos. No obstante, cuando se trata de implementar unas reglas básicas (sencillas y negativas) no estamos hablando ya de manipular órdenes complejos. El problema de información que afecta a los estados grandes: socialistas e intervencionistas (teoría de la imposibilidad del socialismo), viene motivado porque se quiere controlar una cantidad ingente de datos. Pero la minarquía no aspira a eso. Para establecer unas normas básicas objetivas no es necesario manipular grandes cantidades de información.

Conviene que los anarquistas entiendan la diferencia que entraña la asunción de estas dos categorías gnoseológicas, el sujeto y el objeto. Esa es su principal equivocación: que no distinguen nada. Creen en la implantación absoluta del mercado, pero luego no respaldan esta postura con una defensa radical de esos mismos principios a nivel estatal (general). Confían en que estos se generen de manera natural y evolutiva. Pero, como quiera que son condiciones de posibilidad, de nada vale que uno crea que van a aparecer a posteriori si constituyen precisamente las circunstancias por las que se origina todo.

Quienes asumen que existen problemas en todos los ámbitos, deberían abrazar la minarquía y no la anarquía. Hay bienes públicos y homogéneos que tienen que ver con la legislación general y con el carácter universal de las normas y las leyes, y que se resuelven mejor con una institución que también sea general. Y después existen otros bienes heterogéneos que deben quedar exclusivamente en manos de los particulares y las empresas privadas. Existen muchas valoraciones subjetivas. Pero también hay algunos valores objetivos. Es más, la existencia de la posibilidad de valores subjetivos se asienta sobre el respeto universal y objetivo hacia esos mismos valores particulares. Objetividad y subjetividad van de la mano y contribuyen por igual a generar ámbitos de libertad cada vez mayores. El Estado y el mercado son el reflejo de todos esos valores, cada uno en su ámbito. El Estado representa un código universal de valores, la codificación social de algunas normas objetivas. Y el mercado es la manifestación más palmaria de los intereses particulares de cada individuo. Negar cualquiera de ellos es negar la capacidad de las personas para ser libres, ya sea porque nos oponemos a las garantías estatales que aseguran de antemano una normativa general que proteja la libertad de todos, ya sea porque creemos que no necesitamos respetar los gustos que cada uno satisface en el mercado libre y en su ámbito particular de acción.

Con todo, lo único que tenemos que consignar y delimitar es el papel que juegan el Estado y el mercado en el funcionamiento general de toda la sociedad. El Estado tiene que ser mínimo, tiene que limitarse a ofrecer unas garantías básicas, sin entrometerse en los asuntos del mercado. Y el mercado tiene que procurar bienes y servicios para todos, pero no puede meterse a dirimir asuntos que tienen que ver con las decisiones que se afrontan a un nivel más alto, el de las condiciones básicas y las necesidades homogéneas. Nadie puede asegurar que ambas instituciones desempeñen estas funciones de forma inmejorable. Pero sí podemos saber que el sistema óptimo se constituye con las dos. Igualmente, no sabemos si un coche recién salido del taller causará a su propietario algún otro incidente. Pero sí podemos saber que, en el caso de que funcione, el óptimo de pareto sólo se logrará cuando todos los sistemas operen con el máximo rendimiento, atendiendo exclusivamente al papel que juegan cada uno de ellos dentro del sistema. Así, el chasis, al igual que el Estado, permite integrar y unificar todas las funciones y estructuras del vehículo. Por su parte, el resto de componentes se dedican, como hace también el mercado, a satisfacer un requerimiento mecánico en particular. Sería absurdo pensar que un coche puede prescindir de alguno de estos elementos. Del mismo modo, solo existe una forma de llevar a una sociedad hacia una situación inmejorable, y es la de contemplar todos los tipos de necesidades que se requieren para ello: objetivas y subjetivas. Y esto solo tiene un nombre: minarquía. 

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Acerca de Eladio

Licenciado en biología. Profesor de instituto. Doctorando en economía.
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