Las empresas tecnológicas, que buscan mercado en el sector de la fabricación de teléfonos móviles, han venido utilizando estos últimos años dos estrategias distintas. Por un lado, Apple se ha centrado en el desarrollo de un código cerrado, su sistema operativo solo corre en los teléfonos que fabrica la propia compañía. Por otro lado, Samsung ha preferido usar un sistema completamente abierto, al alcance de todos los usuarios. Ambas estrategias tienen ventajas y desventajas. El software de Apple corre mucho mejor que el de la competencia, ya que se ajusta con mayor eficacia al hardware que la propia compañía diseña en exclusiva para dicho programa. Pero Samsung le gana en versatilidad. Su sistema operativo no funciona con tanta eficacia, ya que tiene que gustar al mismo tiempo a muchas novias. Pero, al ser abierto, está disponible para cualquier empresa que desee adoptarlo, y son muchas las que se afanan en utilizarlo y en mejorarlo. Esta competencia abierta estimula el progreso de la técnica y facilita los cambios y las mejoras de los terminales. Apple no puede competir en ese terreno. No obstante, las dos estrategias tienen éxito, ya que saben explotar las ventajas que presentan cada una de ellas. Pero uno no puede dejar de pensar si sería posible utilizar lo mejor de ambas para crear una compañía superior.
Existe en política una situación bastante similar. Se suele debatir mucho sobre si sería más conveniente descentralizar algunos servicios y funciones del Estado o, por el contrario, hay que dejarlos tal y como están ahora. Los samsunianos de la política desearían descentralizar todos los servicios habidos y por haber, hasta que no quedase ni rastro del Estado. Les gustan los códigos abiertos. El equivalente de Samsung en el ámbito de la política es el anarcocapitalismo. Por su parte, los applelianos mas comprometidos ven en esta acción un claro peligro. Su estrategia consiste en centralizarlo todo, dejando en manos de la compañía (el Estado) el diseño tanto del software como del hardware. El equivalente político de Apple es el estatismo.
Los applelianos son más eficaces a la hora de coordinar las partes que integran su sistema. Los samsunianos lo son a la hora de sacar provecho de la competencia. Tal vez deberíamos razonar, igual que en el caso anterior, que el punto óptimo se alcanza exclusivamente al combinar las dos estrategias, usando las ventajas de cada una de ellas, centralizando algunos servicios fundamentales, pero permitiendo la competencia en todos los demás sectores. Pues bien, esa combinación fetén se da solamente con la minarquía. La descentralización es efectiva siempre y cuando no se quiera centrifugar también aquellas funciones básicas que constituyen las reglas de juego que sostienen todo el sistema.
Aquellos desarrolladores del software telefónico que apuestan por permitir la máxima descentralización, tienen que subsanar los perjuicios que esta decisión trae aparejados. Sus terminales son mucho más vulnerables a las infecciones y los virus que circulan a diario por la red, y están continuamente batallando con ellos. Afortunadamente, su habilidad consiste precisamente en ser buenos competidores. Un caso típico de esto que estoy diciendo es el sistema de bitcoin. Puesto que sus creadores han elegido que esta moneda funcione mediante códigos abiertos, deben realizar un gran esfuerzo para desarrollar un software seguro que garantice la masa monetaria de sus usuarios.
En general, caminamos hacia una economía bastante más descentralizada de la que tenemos hoy en día, en la que cada cual tendrá la posibilidad de comerciar directamente con los productores, facilitando de esa manera el trasiego de mercancías, y disminuyendo el coste final de las mismas. Es lo que se ha venido a llamar economía colaborativa, que no es otra cosa que el descubrimiento que algunos han hecho del capitalismo. En términos generales, esto traerá cambios sustanciosos y muy beneficiosos para todos. Pero también va a suponer algunos problemas. El mayor de ellos es la seguridad. Con este sistema de mercado, los individuos también tendrán que asumir la responsabilidad en materia de protección. De la misma manera, si no existe Estado, son los individuos los únicos responsables de contratar una agencia de seguridad privada. Pero esta estrategia, llevada al extremo, conlleva muchos conflictos innecesarios. Si no existe un marco legal básico y común, es difícil saber a qué atenerse cada vez que se enfrenten dos litigantes. La teoría del minarquismo viene a remediar en parte este problema. Existen determinadas funciones básicas y generales que no se pueden descentralizar bajo ningún concepto. Los desarrolladores del software de bitcoin se están dando cuenta también que para maximizar la seguridad de sus programas es necesario implementar un cierto control general, aunque para todo lo demás sigan manteniendo un código abierto.
El Estado solo sirve para articular unas leyes generales, en cuyo caso sobran el 90% de los políticos que hoy en día asisten campanudos al congreso de los diputados. Cuando la tecnología avance lo suficiente como para permitir que prescindamos de casi todos los intermediarios, también podremos deshacernos de los políticos, que son los únicos intermediarios que no aportan valor alguno al producto final, y que lo único que hacen es poner trabas al libre intercambio y a la relación que surge espontáneamente entre los productores y los consumidores.
http://etrusk.blogspot.com.es/2014/12/exodos-una-interpretacion-en-terminos.html
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