Esto es lo que pone en la biografía del blog de Alfredo, que escribe un tal Henry Roberts (me parto y me troncho): «Fue miembro del Instituto Juan de Mariana en Madrid, pero poco después de su ingreso fue expulsado por sus ideas a favor de la moderación y contra el extremismo anarco-capitalista y fascista (y expulsado de Red Liberal por haber atacado a Albert Esplugas, a los anarco-capitalistas y otros extremistas que mintieron sobre él como persona. Alfredo dijo sentirse «incómodo» entre las personas del Instituto Juan de Mariana, debido a que en el fondo son franquistas redomados que de repente encontraron el liberalismo, pero están podridos por el centralismo y el conservadurismo social católico español y que no se sentía cómodo en el país de su abuelo porque había mucha intolerancia y prejuicios en España.»
No soy anarcocapitalista, soy minarquista. No soy conservador ni católico. Soy ateo. Nunca fui franquista, ni siquiera viví ese régimen. Y, sin embargo, me siento muy cómodo en el Instituto Juan de Mariana. Creo que es uno de los pocos reductos de libertad que existen aún en España. Este tal Alfredo parece que hubiera pernoctado dos o tres noches en algún maloliente tugurio de la ciudad, y que después se hubiera marchado de España imaginando que había sido aceptado en el Instituto Juan de Mariana. Desde luego, la idea que tiene este personaje de dicha institución dice mucho de la forma de pensar del sujeto. Si Stalin pudiera visitar hoy Singapur también se alojaría en una pensión de mala muerte, y se iría de la ciudad a los pocos días pensando que todos los que habitan allí son unos indeseables y unos ignorantes, que no le hacen el menor caso.
Ya me he encontrado con visajes parecidos otras veces. La soberbia de algunos anglosajones les lleva a creer que en España todos somos franquistas, aznaristas, católicos, fachas, centralistas, y nos meten a todos en el mismo saco. Desconocen que en España lo que sobran son progres, laicistas, nacionalistas y separatistas. Pero claro, que se va a esperar de unos individuos que se hacen llamar liberales y luego van por ahí difundiendo las mismas monsergas que los socialistas y los estatistas.
Nos dice Alfredo, solazándose un poco con los insultos que nos dedica: “Si Rallo y sus amigotes -el inefable Huerta de Soto incluido- quisieran demostrar esa coherencia que tanto reclaman al resto, que somos unos comunistas simplemente por no pensar igual, deberían dejar de ser funcionarios. La universidad donde sientan cátedra de la Escuela Austriaca es pública, no privada. Son un oxímoron con patas. Se quejan del Estado y cobran de él. Estaría bien cerrarles el grifo para dotar de una comida extra a miles de niños. Seguramente sería posible.”
Estos pseudoliberales son “la bomba”. Primero promueven un sistema estatal que no deja espacio a la libertad del individuo, porfían para que la enseñanza y la sanidad sean completamente públicas, para que el Estado sea el único proveedor que adquiera derechos y competencia para dar esos servicios, y luego, cuando lo consiguen, denuncian a los liberales que trabajan en la universidad pública y sin embargo defienden su privatización inmediata. Les tachan de incoherentes, porque no laboran en instituciones privadas. Primero destruyen la posibilidad de que la gente pueda tener mayor oferta de puestos de trabajo en empresas privadas, y luego critican que se acojan a los servicios y a los trabajos que ellos mismos les han impuesto. ¿Quiénes son los incoherentes aquí? ¿De verdad tenemos que aguantar esto? Encima de cornudos, apaleados. Pero ya sabemos de qué va “este rollo”. Los sátrapas siempre imponen un sistema totalitario, y luego acusan a los demás por no seguir sus reglas. “Deberíamos cerrarles el grifo”, nos dice ufano Don Alfredito. No solo quieren que la universidad pública cope todo el espacio educativo. También quieren que las ideas que ellos defienden sean las únicas que puedan expresarse en ella. Y después se quejan de que han sido expulsados del Instituto Juan de Mariana, por manifestar un pensamiento moderado. El victimismo es otra de sus cualidades. También Hitler decía que la raza judía ponía en peligro la pureza de los arios. El progre siempre ha sido una plañidera muy bien pagada. Y los entierros a los que acude siempre están llenos de cadáveres de personas que han sido ajusticiadas por defender la libertad. La plañidera que llora la muerte de un hombre y el asesino que lo mata son en el fondo la misma persona. ¡He ahí la verdadera contradicción! Al lado de ésta, la supuesta incoherencia que aprecia Alfredito en Huerta de Soto, y que tanto se empeña en resaltar, parece una cuestión sin la más mínima importancia.
No me gusta desear el mal a nadie, ni soy de los que van por ahí echando a patadas a la gente. Pero no veo con malos ojos la excomunión de Alfredo, toda vez que ha sido él mismo quien se lo ha buscado ¿No soy suficientemente moderado? Bueno, solo deseo que Alfredo acabe viviendo en el lugar que le corresponde, lejos de los liberales españoles, en un sitio más propicio para sus intereses. En cambio, él nos cerraría la boca (el grifo) a todos si pudiera. Creo que hay una pequeña diferencia.