«El feminismo es el machismo de las mujeres»
Las femicomunistas son amazonas afines al régimen de Lenin. Cualquier defensor de la libertad que se precie de serlo está obligado a hacer este tipo de asociación. ¿Por qué los liberales debemos estar en contra de las feministas? Muy sencillo. Son los mismos motivos que nos llevan a estar en contra de los socialistas. Los liberales no amparamos ningún sistema de igualación que pretenda equipararlo todo, anulando de ese modo las distintas naturalezas del ser humano. No creemos que los trabajadores tengan que cobrar la misma renta, y tampoco queremos renunciar a nuestra identidad sexual. A los liberales nos apasiona la verdad. Somos conscientes de que las personas son únicas, y solo pueden ser libres en tanto en cuanto puedan seguir siendo diferentes. Las feministas no son capaces de entender esto. Tal vez por eso tampoco entienden la diferencia que existe entre el condicionamiento natural y el condicionamiento social, error al que también se adscriben la mayoría de socialistas. Los liberales no queremos que la mujer esté sometida a ningún condicionamiento socio-legal por el mero hecho de haber nacido mujer. En eso debe ser igual al hombre. Pero, al mismo tiempo, somos conscientes de que existen ciertos condicionamientos naturales que son imposibles de superar y que además es bueno que existan. Una mujer es distinta de un hombre, igual que un hombre es distinto de otro hombre. Perico, el de los palotes, no se parece en nada a Manolo, el del bombo. Sus diferencias les condicionan a ambos, pero también les permite tener distintas habilidades. A los liberales nos gusta distinguir dos conceptos de libertad. Defendemos una libertad negativa, basada en el hecho cierto de que las personas deben poder hacer solo aquello que sean capaces de realizar por sí mismas, o ayudadas por otros voluntarios. Y rechazamos al mismo tiempo la libertad positiva, que afirma que ésta solo llegará cuando todos puedan hacer lo que deseen, en igualdad de condiciones, y con independencia de sus habilidades, es decir, aprovechándose de los demás. Las feministas se adscriben a este segundo concepto de libertad, por eso no contemplan ningún tipo de condicionamiento, por eso aseguran que todos tenemos que ser igualmente capaces, y por eso piensan que eres un machista si acaso te atreves a defender alguna limitación o desigualdad. Las feministas no descansarán hasta ver cumplido ese sueño húmedo (edénico) en el que todos aparecemos iguales. Por eso nunca dejarán de dar la matraca (afortunadamente, la naturaleza y la realidad tampoco descansan). Las feministas solo se cubrirán los pechos cuando consigan alcanzar una paridad absoluta, por ejemplo, si existiese el mismo número de bomberos que de bomberas. Pero, como quiera que esto es imposible, ya que los hombres y las mujeres tienen distinto físico y distintas vocaciones, las feministas seguirán en pie de guerra eternamente, por siempre jamás. En el fondo, las feministas y los marxistas están hechos de la misma materia onírica. Los comunistas sueñan con un mundo edénico, en el que solo exista una clase social, y donde todos tengan satisfechas sus necesidades. Y las feministas sueñan con vivir en un paraíso parecido, lleno de ángeles sin sexo. Téngalo en cuenta la próxima vez que vea una manifestación. Los ecologistas son rojos disfrazados de verde. Y las feministas son rojas disfrazadas de rosa. La historia demuestra que el socialismo es una ideología recalcitrante, que se renueva cada generación, y que es capaz de mudar la piel y cambiar de color, para continuar apostada en su mundo de paja. Para ello utiliza una estrategia que le ha dado muy buenos resultados: trata de sembrar el odio y la división en todos los órdenes de la vida, enfrentando a los trabajadores con los empresarios, a los pobres con los ricos, a los animales con las personas, a los blancos con los negros, a los profesores con los alumnos, a las mujeres con los hombres, y, en definitiva, a todos los grupos sociales, en la medida en que todos manifiestan alguna identidad natural que el socialista no acepta de ninguna de las maneras. Por eso los liberales estamos en disposición de afirmar que el socialismo es una ideología antinatural y falaz. Buscando una igualdad absoluta, provoca una división estéril y destructiva. Enfrentado a una naturaleza que necesariamente es plural y diversa, solo puede acercarse a sus objetivos a través de una refriega permanente, por la vía de la fuerza. El socialismo siempre será sinónimo de guerra y desolación. Y las feministas representan esa parte embrutecida del mismo que aboga por igualar los sexos.