“Todo termina. Todo acaba dejando un reguero de ceniza, una luz en el fondo de la huella, un silencio solitario en el olvido: cuerpo en sangre, memoria del tiempo, frío del fin. Por eso la contemplación de las ruinas resulta siempre triste. Por eso al caer la tarde nos sentimos (los que sentimos) presos de esta vida, liberados de la muerte con olor a eternidad. Por eso el huracán amargo de los días inunda al tiempo de desolación. Y allí está la esperanza. En la desolación. Todo termina. Todo acaba porque el fin existe, porque no puede quedar un rastro de luz en la memoria. Es imposible. Todo muere, todo acaba siendo víctima de la muerte. Y la verdad última, la última gota de agua, la imagen del último adiós, está aquí, en la realidad de la vida, en el cuarto oscuro de la no esperanza. Porque todo termina, porque todo acaba si empieza, porque el fin existe. Porque el nacimiento es la causa de un efecto [.…] Es triste ver cómo acaban las cosas, cómo se destruyen (o autodestruyen), cómo es hermoso contemplar y sentir un buen momento, valorarlo, apreciarlo, cuando hay vida sobre el escenario, y no cuando todo se ha perdido.” (Luis Llorente Benito)
Al universo solo le quedan dos alternativas lógicas; solo puede acabar sus días de dos maneras. Si continúa expandiéndose indefinidamente, las estrellas existentes se irán apagando, o se convertirán en agujeros negros, y todo se volverá oscuro y frío. Y si se vuelve a contraer, la materia colapsará en una singularidad espaciotemporal adimensional. De cualquier modo, nada de lo que hoy observamos permanecerá de pié, ni siquiera permanecerá. Es triste pensar que todas las obras literarias que ha escrito el hombre, miles de años de esfuerzo y de empeño intelectual, quedarán en cualquier caso reducidas a la nada. Todos los libros quemados, da igual las veces que se hayan librado de las piras de los censores, todos terminarán sus días de un modo parecido. No obstante, esta última orgía de destrucción será la única tragedia que no tenga culpables. Sin fin no hay principio, ni proceso, ni existencia. El fin es la única condición sine qua non que pone la vida, es la única que no favorece a nadie. Todos acabaremos siendo ceniza de la ceniza, y luego nada. El final es un requisito necesario, pero también es un desenlace triste. Y lo contrario, la continua repetición de la vida, un Einstein reproducido un millón de veces, tampoco ofrece una visión muy halagüeña. La repetición es la principal característica de la banalidad y la vaciedad, es el mito de Sísifo. De cualquier forma, el mundo parece moverse entre una comedia absurda y una ópera bufa, una fantasmagoría sin demasiado sentido. Si todo tiene un desenlace luctuoso, no se qué razón puede haber para seguir insistiendo, cualquier finalidad última deja de tener sentido. Pero lo mismo ocurre si no existe un final. En este caso, la eternidad (¿Dios?) también se encargará de hacer que las cosas dejen de tener importancia. Un bien ilimitado pierde al instante cualquier valor. La muerte ofrece un marco dentro del cual poder actuar y trabajar, es la referencia temporal que nos permite apreciar el momento presente y que nos insta para aprovecharlo. Sin muerte tampoco existirían intereses y preferencias; no habría deseos. Con que no hay salida a este absurdo del hombre. Cualquier perspectiva en el largo plazo alimenta el reflejo de un bufón. La inanidad y la vaciedad del mundo contrastan con el empeño que ponen los seres que en él habitan, y hace que parezcan grotescos.
Por supuesto que la especie humana desaparecerá, pero mucho antes que el fin del Universo, sea éste el que sea.
Me recuerda un chiste en el que un conferenciante está hablando de este tema y un oyente le interpela; ¿Cuanto ha dicho que tardará el Sol en crecer hasta la órbita de la Tierra y destruirla? El conferenciante contesta; unos 5000 millones de años. El que preguntaba da un suspiro de alivio y le dice: Menos mal; ¡me había parecido entenderle que 500 millones de años!
¿Alguien espera de verdad que haya seres humanos dentro de 500 millones de años? Eso es más que el tiempo que llevan existiendo organismos pluricelulares en la Tierra.
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