La paradoja de la tolerancia y las empresas tecnológicas: Twitter, Facebook, Amazon


Una paradoja es un dicho o un hecho que parece contrario a la lógica y la opinión común. Esta apariencia puede ser muy engañosa; a veces es tan sugestiva que apela a la emoción incluso de aquellos ciudadanos que en principio más motivos tendrían para hablar en nombre de la razón y la lógica: los liberales. Ese es el caso de la paradoja de la tolerancia. Vaya usted a saber por qué hay que repetir una y otra vez que la tolerancia sólo se protege en una sociedad que se muestra intolerante con la intolerancia. La paradoja de Popper, como todas las afirmaciones verdaderas que tienen una apariencia falsa, también engatusa a la mayoría de bobos, que son muchos. No obstante, en este caso además no solo constituye una contradicción para la opinión común; también para esos pocos liberales que se atreven a defender principios esenciales. Algunos utilizan la defensa de la libertad para defender a su vez que las empresas pueden hacer lo que quieran con sus negocios, así laminen la libertad de millones de personas, casi como lo hace el Estado cuando se pone a impartir justicia social. Resulta absurdo que el gobierno de turno no pueda censurar masivamente la opinión de la gente, porque entonces es una dictadura, pero un monopolio empresarial si que lo pueda hacer, porque es una entidad privada. Aquí el problema principal al que nos enfrentamos no es la naturaleza del censor que muchos preocupa, sino el comportamiento ilegítimo que le identifica.  

Yo soy liberal, creo en la libertad, y porque creo en la libertad no veo contradicción alguna en obligar a las grandes tecnológicas, que a día de hoy se han convertido en enormes monopolios naturales, a acatar los principios de la libertad de expresión como también exigimos que los acaten los Estados modernos. Twitter, Facebook, o Google no son medios de comunicación, son canales de comunicación. No son periódicos con una línea editorial concreta, son servidores para que los periodistas, que a día de hoy somos todos, podamos expresar nuestra opinión en las redes sociales sin miedo a ser perseguidos o acallados. 

Una empresa también se puede convertir en un patrimonio universal, máxime cuando la entidad ofrece un servicio cuya falta pone en jaque derechos tan fundamentales como la libertad de expresión de millones de personas. No dudo que a veces haya que censurar opiniones que rayan el delito, la apología del terrorismo por ejemplo. Pero lo que está ocurriendo hoy en día, amparado por la ideología de género, el discurso ecologista, o el pensamiento único de la izquierda, es que la mitad de la población de la Tierra (socialista) le está diciendo a la otra mitad que no puede llevarle la contraria, so pena de cerrarle las cuentas o prohibirle la posibilidad de manifestar sus ideas en las redes. Hemos llegado a un punto en el que no solo se clausuran cuentas, también se impide por todos los medios que se abran otras nuevas en otros servidores distintos a los que domina la clase censora. Google y Amazon han eliminado de su tienda la posibilidad de descargar aplicaciones que suponen una alternativa, solo porque han detectado una huida masiva de sus clientes a estas nuevas plataformas (Parler). Amazon ha hecho lo mismo con sus servidores. No estamos hablando de libertad empresarial, enterense liberales de pacotilla. Estamos hablando de un nuevo orden mundial basado en una estrategia sibilina y una artería propia del más hábil de los estafadores. Hablamos de lo mismo que ha venido haciendo el socialismo a lo largo de las últimas décadas, después de que se comprobara que no se podía establecer el comunismo sin provocar una hecatombe y un pogromo masivo. Igual que ahora los socialistas nos quitan nuestras propiedades a través de los impuestos (sin que nos enteremos), y ya no lo hacen matando a nuestras familias, también han empezado a combatir el capitalismo, no de la manera que lo hacían antes, destruyendo las empresas, sino utilizando estas para vender su ideología de mierda. Son las propias empresas monopólicas las que se convierten en parte del aparato ideológico. Y cuando esto sucede, los liberales no podemos seguir pensando que las libertades pueden ser infringidas siempre y cuando sea una entidad privada la que lo haga. Estaremos cayendo en aquella misma contradicción que Popper denunciaba en su paradoja de la tolerancia allá por los años cuarenta del siglo pasado. 

La libertad social es un bien fundamental que los ciudadanos nos damos para obligarnos a respetar los proyectos de vida de los demás. Y este principio queda anulado cuando alguien utiliza su libertad para mermar la del compañero aunque solo sea un poco. Con más motivo entonces quedará suprimido dicho principio si el censor en cuestión es una empresa que ofrece sus canales para que se expresen todos los ciudadanos del mundo. Estamos cayendo en las redes (nunca mejor dicho) de la misma ideología que antaño trataba de controlarnos por la fuerza de las armas (con matanzas), solo que ahora lo hace disfrazada de capitalismo (o de socialismo democrático) y alentada incluso por aquellos liberales (ingenuos) que se han convertido en tontos útiles del régimen (para desgracia de todos) por no comprender que el principio de la libertad no admite excepciones precisamente porque no permite que la libertad se aplique en cualquier caso para promover lo contrario.   

Acerca de Eladio

Licenciado en biología. Profesor de instituto. Doctorando en economía.
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