Un paso adelante y dos atrás: ascenso y hundimiento de la humanidad


Marble statue of a bearded Hercules?Roman, Flavian period, A.D. 68-98

La comprensión del mundo procede a través de tres etapas básicas. Primero es la ignorancia la que lleva las de ganar, haciendo que la gente abrace toda suerte de ficciones. Aquí se inventan los mitos, las leyendas, las quimeras, y se da pábulo a los chamanes y los aprendices de brujo. Luego aparece la ciencia y la razón, que, a caballo del sentido crítico, va desentrañando poco a poco todas las causas reales que están detrás de los fenómenos naturales. Finalmente, cuando la ciencia agota su campo de estudio, y la teoría queda establecida en sus términos generales (y ya solo puede reconfirmarse o detallarse), aparece de nuevo una horda de estúpidos que, al no poder realizar un descubrimiento significativo, empiezan a proponer teorías absurdas para alimentar su vanidad o para que parezca que todavía tienen algo importante que decir. Hasta tal punto esto es así que se puede saber si una ciencia ha llegado a su madurez por el número de imbéciles que dicen tener la solución a algún problema.

Sinceramente, creo que estamos iniciando esta tercera fase. El Renacimiento, la Ilustración y los avances del siglo XX han dilucidado ya los principales problemas a los que se enfrentaba el mundo a la hora de conocer cómo funciona el universo. Por tanto, ahora solo queda aplicar el conocimiento y ponerlo al servicio del hombre, y, si acaso, desentrañar algunos asuntos técnicos complejísimos para los cuales casi nadie tiene la suficiente preparación. Es por eso que han empezado a aparecer un sinnúmero de estudios nuevos que pretenden colarse en los cenáculos académicos por la puerta grande, con poco más que unas frases hechas y algunos conceptos abstrusos y alambicados. ¿Cuántas tesis doctorales que se escriben hoy pasarían la prueba del nueve? El posmodernismo, con sus cuadros hechos de cáscaras de nueces y mondas de plátano, con sus imposturas intelectuales y su relativismo irracional, es la muestra más palpable de que estamos entrando en la tercera etapa. Ya se han pintado todas las obras y se han confirmado todas las teorías importantes. Ya se han alcanzado todos los derechos que antaño eran objeto de reivindicación. El fin de la ciencia augura un futuro de imposturas gobernado por una multitud de imbéciles y soberbios que quieren cambiar el mundo aunque sea para mal, haciendo que retroceda. Hasta los humanistas se aburren. Para no caer en la abulia hay que inventarse nuevas situaciones. Pero no pueden ser las mismas. No podemos levantarnos de nuevo y caminar otra vez a hombros de gigantes. Primero tenemos que caer. Así las cosas, las universidades ya empiezan a mover algunos hilos: imparten grados de feminismo e igualdad. Las tesis versan sobre deconstrucción (de la vagina). Y el ágora se llena de gentes que solo hablan de performances. Dicen que todo vuelve tarde o temprano a su ser, a su estado inicial. Parece que ahora estamos retornando a la época de las cavernas, luego de haber salido de ella. Por un momento, disfrutamos de buenas conversaciones. Todo ha quedado atrás. Toca pues regresar a la gruta de la que nunca llegamos a salir del todo. La fama se paga. Morimos de éxito. Todo tiene un fin ¿Quién nos iba a decir que acabaríamos hablando de patriarcados gallináceos, de vacas explotadas o de sexo líquido? Nosotros, que disfrutábamos platicando sobre la sustancia de Aristóteles o el arjé de Anaximandro, allá en el foro, en compañía de los clásicos.

La posverdad ha llegado para quedarse. Es el sino de los tiempos. Un paso ilógico, pero con un trasfondo lógico desolador. La progenie siempre acaba siendo más imbécil que sus progenitores. Ya no le quedan cosas que descubrir, pero si muchas que perder. Y a eso se dedica.

Acerca de Eladio

Licenciado en biología. Profesor de instituto. Doctorando en economía.
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