El asombro de Carl Sagan


«En la ciencia suele ocurrir que un científico diga: es un buen argumento, yo estaba equivocado. No recuerdo la última vez que algo así pasó en política o religión.» (Carl Sagan, 1934-1996)

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Siento algo muy especial por Carl Sagan. Seguramente es la misma sensación que tuvo el coronel Aureliano Buendía frente al pelotón de fusilamiento, recordando aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Gabriel García Márquez utiliza a este personaje de su obra cumbre, Cien Años de Soledad, para describir el embebecimiento que aviene con los primeros descubrimientos. En mi caso, Carl Sagan fue el primer pensador serio que entró en mi vida, el que me despertó al mundo y me llenó de asombro. Nunca encontraré la forma de agradecérselo. Puso a mi disposición toda la artillería racional que se necesita para combatir y vencer la mentira y la ignorancia. Y lo hizo utilizando el lenguaje con gran maestría, con esa forma tan deliciosa que tenía de exponer los argumentos. Mi década de los veinte está presidida por este gran poeta de la ciencia. Gracias a él, esos años tienen una resonancia especial en mi interior. En la década siguiente (cumplidos los 30), mis intereses viraron de repente hacia el campo de las humanidades. Empecé a leer sobre economía, política, ética y literatura. Pero de fondo siempre resonaba en mi cabeza la misma música, aquella banda sonora que daba inicio a todos los capítulos de la serie Cosmos, cuyo director y protagonista principal era el propio Carl Sagan (Banda sonora de la serie https://www.youtube.com/watch?v=aNxY_8sHOjg). Se entenderá pues que me resulte agradable encontrar máximas como la que encabeza este comentario, donde Sagan, el científico, realiza también una denuncia de la cerrazón que acompaña a los políticos, tal y como hace el liberalismo clásico.

Tras completar el recorrido de lo que podríamos llamar el circuito de las ideas, a la edad en la que Aristóteles aseguraba que el filósofo alcanza la madurez, solo espero ahora que esta nueva andadura (la década de los cuarenta) me permita exprimir todo lo posible el bagaje acumulado los años de atrás, canalizar y decantar el líquido extraído de esa manera, y parir mi propia visión del mundo. Solo hay una cosa más importante que leer, y es escribir. Me considero una persona bastante afortunada. Sin pretenderlo, he ido ascendiendo los escalafones del conocimiento de forma más o menos ordenada, primero las ciencias naturales, luego las ciencias sociales, más tarde la filosofía, y finalmente, como colofón de todo, mi propia obra (o eso espero). Siempre acompañado de grandes mentes. Siempre rodeado de libros. Y con una figura de fondo insustituible: la sombra inconmensurable de aquel físico de Brooklyn de apariencia campechana que de pequeño también recordaba haberse emocionado el día que su padre lo llevó a conocer la Feria Mundial de New York, o cuando supo por fin, tras recorrer todas las bibliotecas de su barrio, a qué se debían esas luces enigmáticas que titilaban en el firmamento por encima de su cabeza cuando se alejaba de la ciudad.

Definitivamente, he sido bastante feliz, no puedo pedir más. Si acaso, solo una cosa. Que la década de los cincuenta y los sesenta sea igual de propicia para mi, poder seguir estudiando, pensando, escribiendo. Que siga brillando la estela de Carl Sagan que ha marcado y guiado toda mi vida.

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Acerca de Eladio

Licenciado en biología. Profesor de instituto. Doctorando en economía.
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