«Somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas» (Carl Sagan, 1934-1996)
No he encontrado en la literatura científica otra frase mas poética que sea al mismo tiempo tan real. El hombre es la conciencia del universo, literalmente. Cuando las estrellas explotan al final de su vida asperjan los materiales que han ido creando en su interior y los diseminan a lo largo de una circunferencia que tiene un radio de millones de años luz. A su vez, también crean ondas de choque que propician la aglutinación y compactación gravitatoria con la que se forman las galaxias y los planetas. Y finalmente, proveen a esos mundos con una materia prima que, andando los eones, permite que surjan las moléculas orgánicas, las estructuras vivas y, por último, los seres conscientes que vuelven la vista atrás y contemplan con arrobo el gran hontanar del que han venido. Cuando las tribus antiguas adoraban al Sol, se afanaban en rendir tributo a una divinidad mucho más real que la que ha tenido cualquier religión posterior. El gran hacedor es una estrella. Somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas. Todos venimos de las estrellas.