«Vivir sin Dios no es facil. Pero la propia dificultad le ofrece a uno otro consuelo: que hay un cierto honor, o quiza solo una enferma satisfacción, en enfrentarnos a nuestra condición sin desesperarnos y sin falsas ilusiones, con buen humor, pero sin Dios.» (Steven Weinberg, 1933- )
El ateísmo no es un descreimiento, simplemente es otra forma de consuelo. El lenitivo que procura la razón y la verdad se muestra a veces tan eficaz como ese otro que proviene del éter. El alivio sigue intacto en el ateo, incluso se puede acrecentar. La trascendencia y la espiritualidad se manifiestan de varias maneras, y una de ellas es la que arraiga en la mente del científico. El amor a la sabiduría, la honestidad intelectual, o el aprecio del conocimiento son tan apetecibles como el amor a Dios, la fe ciega o la devoción del sacerdote. Somos seres emocionales. La razón solo se encarga de dirigir esas emociones por unos raíles fijados al suelo, hacia unos objetivos distintos, evitando el sesgo que suele provocar la turbación emocional que nos invade a la hora de entender y explicar la realidad. No obstante, la ilusión nunca desaparece. Aunque el conocimiento nos depare una visión pedánea muy alejada de las imágenes promisorias que nos ofrece la religión, seguimos creyendo en algo. Lo que viene a sustituir a esa confianza religiosa es otra tal vez mucho mayor, la que aviene a la mente al contemplar el hallazgo de la ciencia, el empeño del investigador, y las maravillas que tachonan y llenan de misterio el universo visible al que se aboca el hombre de ciencia.
La persecución del conocimiento y la contemplación de las maravillas del Universo son ciertamente muy estimulantes.
Pero somos seres individuales, y no es sencillo aceptar que somos solo un breve paréntesis y que tras unos pocos años desapareceremos totalmente. Puede buscarse consuelo en que tus hijos o tus obras (esto es especialmente cierto en el caso de científicos, artistas o políticos) te sobrevivan, pero no es igual que la supervivencia individual que subyace en casi todas las religiones.
Las religiones, además de tratar de orientar la conducta de sus seguidores tienen un poder consolador; la muerte no es el final. El ateísmo no ofrece estos consuelos y junto a una componente de honradez intelectual tiene otra de orgullo; lo que yo no entiendo no es cierto. Weimberg sabe cosas sobre las que el 999 por mil de la población no tiene ni idea; ¿son por ello falsas? Y si por ejemplo la Mecánica Cuántica es una buena descripción de la realidad, aunque la mayoría de la gente (incluidos bastantes físicos) no la entienden, ¿por qué habríamos de entender con claridad la existencia y designios de Dios, que son ideas mucho más complicadas? El que no lo entendamos con la razón ¿quiere decir que no existe? Probablemente sea preferible una actitud más humilde.
En todo caso, intelectualmente sería más prudente el agnosticismo que el ateísmo estricto.
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