Existen dos maneras de afrontar o entender la corrupción. En una se define al corrupto como aquella entidad física o jurídica que consigue defraudar al fisco depositando su dinero en bancos que operan fuera de su país. En la otra, se define al corrupto como aquel político o empresario que utiliza el dinero público de todos los contribuyentes de manera fraudulenta, para enriquecerse él y su familia. De estas dos definiciones, solo la segunda es correcta. La primera no está describiendo al corrupto, mas bien, lo está evitando. No describe la forma por la que se comete la corrupción. Describe exactamente lo contrario, la manera de deshacernos de ella. Cuando evadimos al fisco estamos impidiendo que los gobernantes acaparen más dinero a través de los impuestos, y como es esto lo que al final propicia la corrupción (según la definición correcta), lo que conseguimos es reducir drásticamente el número de corruptelas. La corrupción surge principalmente cuando muchas personas gestionan unos ingresos abundantes que no han obtenido ellos, que les es fácil obtenerlos y gastarlos, y que no saben invertirlos ni producirlos. Y la corrupción se mitiga cuando las personas que sí saben producir y gestionar sus bienes, ya que han sido ellos los que los han producido, consiguen poner su dinero a buen recaudo, lejos de las manos de los que no saben: de los políticos y los funcionarios del fisco.
Los socialistas y los estatistas, en su afán por acaparar cada vez más poder, a instancias de la casta sacerdotal del Estado, solo quieren que el gobierno tenga más influencia en la sociedad civil, y solo ven corrupción cuando alguien huye de ellos a marchas forzadas, es decir, cuando dispone su dinero lejos de las manos sucias y el ariete mezquino que usa el político para derribar cualquier obstáculo que se interponga entre él y las casas y haciendas de todos los particulares. Pero, como quiera que el político y el Estado son la causa última de la corrupción, y aunque las intenciones del recaudador puedan ser a priori buenas, lo que al final se acaba favoreciendo es una podredumbre moral y económica cada vez más pestilente. La corrupción se soluciona con mas corrupción, y llegamos al estado actual en el que nos encontramos, inmersos en un entorno prácticamente irrespirable, lleno de estadistas adúlteros y políticos abarraganados.