El derecho universal de secesión: otra filfa liberal


El derecho a la vida, y por supuesto también a la propiedad ganada con esta vida, es un derecho fundamental, quizás el único que existe. La razón es que no hay nadie en el mundo que, respetando la libertad del prójimo, no se merezca a su vez vivir en libertad y luchar él también para intentar aumentar sus propiedades por vías pacíficas. En cambio, el derecho a la secesión no es un derecho universal. La mera división legislativa, expuesta de forma incondicional, va en contra del principio básico que considera a todas las personas iguales ante la ley.

Además, muchos países no merecen la independencia; muchas formas de secesión no respetarían jamás el derecho a la vida y a la propiedad. Los derechos fundamentales se tienen que basar en cosas fundamentales y no pueden incurrir en contradicciones. No pueden apoyarse en una arbitrariedad tal que permita la independencia de cualquier país o región que decida separarse por los motivos que sea. ¿En qué piensan algunos liberales cuando otorgan carácter de principio a este tipo de veleidades?

La secesión como principio es una auténtica filfa, por varios motivos:
– Los políticos no tienen los mismos incentivos que las empresas. No compiten igual que éstas. Habitualmente compiten para ser peores y menos eficaces.
– La secesión individual ya existe. Se llama emigración. Hay mil sitios a los que poder ir. No hagan más experimentos sociológicos, por favor.
– La secesión nacional es otra forma de colectivismo, es el nacimiento del colectivismo, la pura creación de una identidad sanguínea basada en la raza y la tierra, y no en la razón.
– La secesión es arbitrariedad y es relativismo legal. El liberalismo es internacionalista. La ciencia es objetiva. El derecho a la secesión es puro subjetivismo y pura inconsistencia.
– La secesión no puede ser una regla, es una excepcionalidad reservada para aquellos casos en los que sí resulta conveniente romper con una dictadura real.

Algunos liberales, teniendo en su mano la posibilidad de acudir al derecho que ya le otorgan los estados libres: la libertad de movimiento que le faculta para irse a vivir a centenares de lugares distintos, elige quedarse en su tierra y apoyar ese supuesto derecho colectivo de secesión que obliga a todos los demás, sus convecinos, a vivir en una nación nueva que no estaba ahí cuando ellos acordaron construir sus casas y tener a sus hijos.

El derecho de secesión individual es una futilidad innecesaria, y el derecho de secesión colectiva una bravuconada estatista.

Algunos liberales no entienden muy bien en qué consiste la libertad de asociación. Creo que el problema es que confunden la libre asociación (privada) con la asociación para crear una unidad política. Prueba de ello es que si les dices que no crees en el principio de secesión y el asociacionismo político, piensan que estás en contra de la libre asociación, cualquiera que esta sea. Al final, es el mismo problema que afecta a muchos libertarios extremistas. Como sólo conciben el ámbito privado, y niegan la existencia de cualquier institución pública, acaban mezclando la política y la economía sin comprender muy bien el papel que ambas juegan.

Finalmente, algunos liberales tampoco entienden en qué consiste la libertad que dicen defender. Creen que no cabe la posibilidad de aplicar medidas coercitivas en ningún caso, como si la libertad no se debiera imponer por la fuerza cuando así lo exigen las circunstancias. En este caso son adoradores del voluntarismo y el individualismo más extremo, y no admiten ninguna coerción general, ni siquiera en el plano de las leyes constitucionales que representan las condiciones de partida que permiten que florezca esa libertad que ellos tanto dicen amar. Es evidente que la fuerza nunca da la razón a nadie. Pero la razón solo se defiende de verdad a través de la fuerza. Es evidente que siempre hará falta algún tipo de fuerza para razonar con aquellos que no atienden a razones. La fuerza de la razón se vale también de la razón de la fuerza en aquellos casos en los que la razón no puede imponerse a la fuerza por sí misma. Afortunadamente, la fuerza y la razón están del lado de los españoles y los catalanes no independentistas. Decenas de millones de ciudadanos no tienen que dar más explicaciones, ni sentarse con aquellas decenas de miles que nunca han tenido a bien considerar estas explicaciones. Solo cabe aplicar la fuerza legítima. Y en eso afortunadamente no nos pueden vencer. Somos muchos millones más. No pasará nada. No estamos ante un choque de trenes. Estamos ante un accidente en un paso a nivel. Y los nacionalistas van en coche.

Acerca de Eladio

Licenciado en biología. Profesor de instituto. Doctorando en economía.
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