«En primer lugar hay que aclarar que no existe la ciencia libre de filosofía. Hay ciencia en la que no te tomas la molestia de examinar tus presupuestos filosóficos, y ciencia en la que sí lo haces. Pero siempre hay presupuestos filosóficos» (Daniel Dennet; Boston, Massachusetts; 28 de marzo de 1942)
Uno de los vicios más recurrentes que se pueden atribuir al hombre es esa manía sempiterna que le lleva a abrazar constantemente alguna forma inverosímil de maniqueísmo. La mitad de las disputas que tienen lugar entre los seres humanos encuentran su origen en alguna postura relacionada con este hábito generalizado. El maniqueísmo es el origen de un buen número de facciones y, por ende, también de todos los enfrentamientos que surgen con motivo de éstas.
La falta de entendimiento proviene siempre por dos vías principales. O bien las visiones resultan completamente irreconciliables, o bien son los propios protagonistas de dichas imágenes los que extreman tanto sus puntos de vista que no alcanzan a discernir la complementariedad que entrañan tales posturas. Este segundo caso es lo que conocemos comúnmente como maniqueísmo.
Maniqueos son aquellos que no admiten la complementariedad del sujeto y el objeto, aquellos que solo dan crédito al individuo o al colectivo, los que niegan la realidad del Estado, o esos otros que pasan por encima de la libertad individual y la propiedad privada. Maniqueos son todos los que renuncian a legislar sus derechos fundamentales (la Taxis), o los que dicen que los principios legales no tienen ningún fundamento natural (el Cosmos). Maniqueos son los que rechazan lo universal en favor de lo particular (nominalistas), o lo particular en favor de lo universal (totalitarios). Maniqueos también son todos aquellos que desconocen la relación que existe entre la ciencia y la filosofía, los que no comprenden, o no quieren comprender, que el conocimiento humano tiene siempre dos vías de entrada, desde lo muy general (apodíctica) o desde lo muy particular (experimental), todos los que no admiten la posibilidad de contemplar dos propiedades naturales, unas contingentes (posibles) y otras necesarias (seguras), todos los que no diferencian dos categorías gnoseológicas insustituibles, el apriorismo y el aposteriorismo, el racionalismo y el empirismo. En definitiva, maniqueos son todos aquellos pensadores hemipléjicos que no alcanzan a ver la dicotomía esencial que constituye el mimbre de toda la realidad, que obedece por tanto a una dualidad también ontológica, y que da lugar necesariamente al dualismo metodológico que cristaliza con la ciencia y la filosofía, y que ha estado vigente a lo largo de toda la historia, desde que el ser humano adoptase la razón como única guía de su vida y sus pensamientos, con los jónicos (primeros científicos) y los itálicos (primeros filósofos), allá por el siglo VI a. C.