Estos días se ha levantado una polvareda gigantesca en las redes sociales al socaire de unas declaraciones realizadas por Jordi Cruz, afamado y premiado cocinero español, en las que éste venía a reconocer que su restaurante daba cabida a una serie de trabajadores (becarios) a los que no remuneraba económicamente, sino con horas de placer intelectual y oportunidades de futuro. Entonces, una marabunta de analfabetos, ha empezado a criticar esa forma concreta de negocio. Los mismos que otras veces denuncian con inquina que la sociedad se mueva solo por dinero, dejando de lado otros sentimientos y motivaciones más intangibles, ahora, curiosamente, solo contemplan una única forma de trabajo, aquella que está pagada con eso que ellos llaman el vil dinero.
O sea, que para ellos sólo existe la remuneración económica inmediata. No puede haber alguien que quiera trabajar por placer, o para granjearse un currículo que le permita en el futuro ganar muchos más emolumentos. ¿Quien es aquí el esclavista? El que impide a los demás decidir cómo les tienen que pagar, o el que ofrece esas opciones a personas que no podrían alcanzar sus sueños de no ser por estas oportunidades. Curiosa esclavitud esa que impera hoy en día en todas las relaciones humanas y que se basa en las decisiones voluntarias que adoptan todas las partes, en la posibilidad de rescindir el acuerdo cuando alguna de ellas así lo determine, y en la satisfacción y oportunidades que genera esa relación.
Yo trabajé un año en la universidad pública española, investigando en el departamento de bioquímica, sin obtener remuneración económica alguna. No cambiaría aquel año por nada del mundo. Nadie vino a solicitar mis servicios. Yo personalmente me encargué de pedir esa plaza y ofrecerme como trabajador voluntario, porque en aquel momento no había otra cosa en el planeta que quisiera hacer, y hasta habría pagado porque me hubiesen dejado investigar con los mejores maestros. Pero seguro que los verdugos y los analfabetos que han linchado en las redes a Jordi Cruz también me habrían impedido disfrutar de ese goce intelectual y académico, si hubieran sabido que estaba siendo «esclavizado» por mis profesores.
Creo que ahora la nueva iniciativa de los verdugos de Jordi Cruz consiste en prohibir también el voluntariado. Dicen que las personas que ayudan a los demás sin cobrar un solo duro están siendo esclavizadas por las ONGs. Les deseo todo el éxito del mundo en su nueva cruzada. Ya sabemos lo necesario que es liberar al ser humano de las cadenas neoliberales que le oprimen los tobillos y le impiden caminar. Hay que exigir a Jordi Cruz que no contrate en sus fogones a más esclavos. Mejor que se queden en casa, mirando para las alpabardas, aprendiendo de vez en cuando alguna receta casera de su adorable abuela.
Esclavitud: relación violenta en la que el propietario compra la totalidad de los servicios futuros del trabajador al precio que él mismo determina.
Lo que Jordi Cruz hace en sus fogones con todos sus empleados: relación voluntaria en la que el propietario compra los servicios del trabajador durante un cierto periodo de tiempo al precio que ambos pactan.
Si no ves la diferencia, puede que tu también seas un pequeño tirano en potencia.
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