“He aquí, precisamente, una de las principales diferencias entre los intervencionistas y los liberales: los primeros creen que un Gobierno bueno puede cuidar de la vida de los ciudadanos mejor que los ciudadanos mismos, mientras los segundos están convencidos de que la sociedad y el orden espontáneo son inabarcables para ninguna casta de burócratas, por mucha inteligencia, estadísticas o buena voluntad que puedan llegar a atesorar.” (Domingo Soriano)
El avance del capitalismo se ve impedido continuamente por las convicciones imaginarias de las personas, la creencia en un gobierno bueno que puede cuidar de la vida de los ciudadanos mejor que los ciudadanos mismos, y que al final acaba gripando el motor que estimula y que anima ese progreso. En cambio, el avance del comunismo se ve impedido por las circunstancias de la realidad, por el hecho comprobado de que solo el respeto por el individuo y por el orden espontáneo permiten el desarrollo progresivo de las sociedades. Ficción frente a verdad. ¿Quién acabará venciendo? La historia lo dirá. A no ser que la historia esté condenada a repetirse. Tal vez el hombre tenga que lidiar eternamente con este enfrentamiento. En ese caso, no existe salvación, ni tampoco descanso. Si nos consideramos capitalistas y amamos la verdad, tenemos que aceptar esta última alternativa, por muy contradictoria y triste que pueda parecer. Los paraísos no existen. Por eso, tal vez nunca exista una sociedad verdaderamente libre. La ruindad y la estupidez conforman la esencia del ser humano tanto o más que su inteligencia y su honestidad. Mientras existan hombres, existirán tiranos. Mientras exista el mundo, habrá socialismo. Los enemigos del capitalismo serán legitimados por los ciudadanos una y otra vez. La realidad les hará morder el polvo del camino. Caerán del caballo. Su penco tiene los pies de barro. Pero ellos solos se volverán a levantar y se subirán a la silla de nuevo. Los capitalistas cabalgamos a lomos de un corcel espléndido. Podríamos avanzar mucho más rápido si no fuera porque la mayoría de la gente se empeña en ensillar y domar a los pencos. En consecuencia, nadie acabará venciendo. Los pencos y los corceles, el socialismo y el capitalismo, presentan grandes diferencias, son dos visiones completamente opuestas, pero están condenados a cabalgar juntos por el resto de los tiempos.