«Cuando el gobierno ve a un ecologista jugarse la vida por un huevo de halcón, ve en él un héroe, y cuando ve a un pro-vida en la puerta de una clínica abortista, ve en él a un fanático.» (Jesús Poveda)
Los grupos pro-vida se parecen a los lobbies abortistas en una cosa. Ambos creen en los milagros. Los primeros piensan que la vida aparece de repente, en el momento de la concepción. Y los segundos creen que aparece espontáneamente cuando el feto rompe la placenta. Ahora no tiene vida y un instante después es un ser humano completo, con todos los derechos. ¡Milagro!. El problema del aborto no se puede resolver acudiendo a estas soluciones milagrosas. La manera más ecuánime de solucionarlo es implantando una ley de plazos. El desarrollo embrionario es un proceso gradual. Por tanto, requiere una solución que también contemple esa progresividad.
Precisamente es lo que planteo yo. No es lo mismo sacar del vientre a un feto de 2 meses que uno de 9. Pero eso si, creo que el “aborto” tiene que dejar de ser delito.
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