«Quiero una hamburguesa norteamericana»
El progresismo mundial ha estado fabricando desde hace tiempo un sinfín de formas dialécticas (y no dialécticas) con las que ha intentado destruir la imagen de primera potencia de los Estados Unidos. Todas estas formas suelen dejar bastante que desear. El progresismo utiliza una filosofía de bolsillo, que saca a relucir cada vez que puede, con aires eruditos, atacando todos los símbolos que tengan algo que ver con los yanquis. Una de las declaraciones más estúpidas que he escuchado de boca de estos pseudointelectuales intenta relacionar la obesidad con la ingesta de hamburguesas. Analicemos un poco esta asociación. Una hamburguesa pertenece a la categoría de comida rápida. Y todo lo que se hace de manera rápida consume siempre más calorías. Por tanto, la hamburguesa no puede provocar sobrepeso. Fin de la historia. El cocido que nos hacen nuestras abuelas tiene muchas más calorías, e invita al descanso y a la siesta mucho más que las hamburguesas. Pero no se pone en duda. Ningún cocido maragato despierta las suspicacias de nadie. Pero la hamburguesa si lo hace, las hamburguesas engordan. Es como si dijéramos que correr aumenta el tamaño de la panza, y el descanso lo reduce. O como si anunciásemos a bombo y platillo que una dieta de pasteles disminuye la grasa del abdomen. Los americanos no están gordos por comer hamburguesas. Lo están porque son más ricos. El poder adquisitivo es lo que tiene. Uno se vuelve más sedentario y se pega más homenajes.
Otra estupidez es afirmar que la hamburguesa es un alimento malo. ¿Cuántos niños comen lechuga y tomate gracias a las hamburguesas?, ¿se ha hecho algún estudio para comprobar este impacto positivo? En absoluto. Y con respecto a la carne otro tanto de lo mismo. La carne no deja de ser sana porque esté metida entre dos panes redondos. Todas las comidas pueden ser malas o buenas, dependiendo del tipo de ingredientes que lleven y de la cantidad que decidamos introducir en el cuerpo. Pero, al parecer, las hamburguesas son el único alimento que es malo de cualquiera de las maneras, ¡qué curioso! Como decía Jean-Francois Revel, existe una especie de obsesión antiamericana, un desprecio hacia los Estados Unidos por parte del resto del planeta, un resentimiento irracional y una desinformación absoluta, que es preciso que analicemos con más detalle. Y no estaría de más que antes de empezar ese análisis nos parásemos a deglutir una buena hamburguesa. La comida rápida no produce sueño. Permite comer aprisa, reponer calorías, y seguir trabajando. Es una de las bases del desarrollo y la producción norteamericanos, y todos tendríamos que tenerla en cuenta si queremos ser más fecundos. Al menos no deberíamos criticarla, y menos aun usar ese argumento estulto que asegura que la comida rápida está directamente relacionada con el aumento de peso. En nuestro caso, es lo que necesitamos para empezar a trabajar. ¡Coman hamburguesas carajo, que no comen!
Las hamburguesas no son el problema de la comida rápida. Una hamburguesa de las grandes son unas 500-600 kcal, que es algo normal para una comida. El problema son los refrescos azucarados que se meten con ellas (hablamos además de vasos de mas de medio litro para arriba). Una comida tipica de hamburgueseria son 1 hamburguesa y unas patatas que no creo que sobrepasen las 1000 kcal (como cualquier comida que hagamos aquí). Lo malo son las otras 500 o más que te metes con el refresco 8 y el postre que te suelen dar…
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Totalmente de acuerdo. Yo siempre bebo agua, asi que no tengo ese problema. No obstante el problema de beber coca cola afecta a todo tipo de comida, no solo a las hamburguesas. El que bebe coca cola la suele tomar también en su casa, a todas horas. Ese es otro problema, otro alimento susceptible de analizarse, pero del que no hablo es esta entrada.
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