“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.” (Cervantes, 1547-1616)
El Quijote cervantino entraña una crítica acerba a todas las novelas de caballería que por aquella época estaban a la orden del día y tenían un éxito arrollador entre las clases más pudientes y las señoras y condesas que frecuentaban los salones de palacio y asistían a las sesiones literarias de moda. Cervantes denuncia aquí la falta de realismo de estas novelas de aventura, en las que solo existen héroes y villanos, donde todos son, o muy buenos, o muy malos (como en las actuales telenovelas), y donde siempre vence el bien sobre el mal. Para ello, Cervantes se inventa un personaje patético, la antípoda de la nobleza y la hidalguía, y la antonomasia del anti héroe, todo ello concentrado en la figura de Don Quijote de la Mancha, cuyas aventuras y desventuras reflejan mucho mejor esos defectos comunes que suelen aquejar a la raza humana.
La novela de Cervantes inaugura una época distinta. Su obra da origen a una literatura más realista y desgarradora, donde se describe y cartografía mucho mejor la condición natural del hombre. Por tal motivo, se tiene a Cervantes como el padre intelectual de la novela moderna, y por eso se le idolatra, y por eso se considera tan importante el personaje del Quijote. El Ulises de Joyce, o el Quijote de Cervantes, son obras que simbolizan el paso histórico de la adolescencia a la madurez, un punto de inflexión en la civilización y el culmen de la literatura occidental. Y no exageramos ni un ápice si comparamos esa trasformación literaria con aquella otra que aconteció en Grecia dos mil años antes y que supuso el cambio del mito por el logos y el surgimiento de la ciencia moderna. Ahí reside la gran importancia del Quijote. No entraña solo un interés literario. Supone también el éxito de la razón y la verdad, y el fracaso de la irracionalidad y la brutalidad. El siglo diecinueve nos ha dejado obras de un realismo apabullante, costumbristas o naturalistas unas (las francesas) y cosmogónicas o psicológicas las otras (las inglesas). En ellas se han abordado todos los aspectos más trascendentales del ser humano, y se ha diseccionado su espíritu con una habilidad y una corrección muy superiores a las que pueda haber demostrado cualquier tratado de antropología de la misma época. Pero en cualquiera de los casos, lo que está claro es que el origen geográfico de ese análisis moderno se halla enclavado en el corazón mismo de España (Alcalá de Henares), y se lo debemos al insigne y docto escritor Miguel de Cervantes Saavedra.
Por todo ello, tampoco es extraño que Cervantes toque frecuentemente el tema de la libertad individual. La libertad humana es otra verdad que el autor quiso honrar en las páginas de su obra. Por eso introduce diversos diálogos con referencias claras a esa libertad. Buena muestra de ello es el adagio que aparece más arriba y que no me resisto a repetir de nuevo: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.”
La importancia literaria del Quijote nos está hablando también de la importancia social que entraña el respeto por la libertad del hombre.