La idea de gobierno limitado que ha defendido siempre el liberalismo político implica dos cosas fundamentales íntimamente relacionadas, la reducción del número de administrativos y la reducción del número de administraciones. ¿Qué hacen entonces algunos liberales promoviendo su incremento masivo, arengando a las masas y concediendo más terreno al nacionalismo localista?
El Estado se reduce de dos maneras principales, podemos mantener igual su ámbito territorial pero eliminar una parte de su aparato, o podemos conservar su aparato pero ampliar el ámbito territorial. Por lo mismo, el Estado aumenta cuando se incrementa el número de burócratas, manteniendo el mismo territorio (socialismo intervencionista), o cuando se reduce su ámbito de acción, manteniendo la misma burocracia (nacionalismo independentista). Esto no es una opinión personal, es un principio de física. Para reducir la cantidad de una sustancia diluida en un líquido cualquiera podemos rebajar el compuesto mediante el filtrado de una cantidad concreta de moléculas (soluto), o podemos rebajarlo aumentando la cantidad relativa de disolvente. ¿Qué hacen entonces los liberales defendiendo la reducción del medio o ámbito de aplicación de las leyes y propiciando con ello la concentración relativa de políticos? ¿Qué es lo que les lleva en definitiva a defender el nacionalismo de concentración?
Hay que ir hacia un modelo con menos soluto (menos políticos) y más disolvente (naciones más grandes). Este es el estado óptimo. Lo que no quiere decir que siempre que aumentemos el tamaño del país o reduzcamos su aparato administrativo estaremos yendo hacia un modelo mas liberal (recuérdese que tenemos dos parámetros y dos variables dentro de cada uno de ellos). Si los factores que disminuyen el grado de libertad aumentan en mayor medida que aquellos otros que las garantizan, de nada servirá que insistamos en implementar los segundos. Pero eso no es óbice para renunciar a ellos. Es decir, puede haber países pequeños a los que la independencia les haya venido bien. Me podéis dar mil ejemplos (haberlos haylos). Pero lo que es indiscutible es que, manteniendo las mismas ideologías políticas, el mundo rebaja siempre el número de burócratas cuando desaparecen países, o cuando son necesarias menos administraciones para gobernar los mismos territorios. Esto es un hecho objetivo.
Pero los liberales (no todos) ya no persiguen la libertad individual y la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos, pilares fundamentales del liberalismo tradicional. Ahora defienden la libertad de los políticos para proclamarse independientes, el voto populista de cualquier minoría local, y las leyes etnicistas. Son los tontos útiles del nacionalismo y el chovinismo más rancios, que en España está representado por catalanes y vascos.
Hay liberales que, para combatir la distribución de rentas que lleva a cabo el socialismo español, aboga por la balcanización que quiere el nacionalismo catalán. Habría que recordarles que socialismo y nacionalismo han ido casi siempre de la mano (ej. ETA, Hitler, Mussolini…).
Hay liberales que creen que no debemos emplear la fuerza para mantener el orden. Habría que recordarles que la paz y el orden solo se alcanzan por la fuerza.
También están aquellos liberales aparentemente más coherentes que dicen no estar de acuerdo con la secesión de Cataluña, pero sí con la propia idea de secesión. Pero si los liberales (anarquistas de mercado) creen que las constituciones y las leyes también deben competir entre sí, al modo que lo hacen las empresas privadas en el mercado libre, no les debería importar lo más mínimo que Cataluña (u otras regiones) fuese socialista, comunista o como sea que quieran sus ciudadanos, siempre y cuando se independizase de España y entrase en ese juego de libre competencia. ¿Qué hacen entonces algunos de ellos defendiendo la secesión de naciones pero apostillando a continuación que no están de acuerdo con la separación nacional en el caso concreto de Cataluña? ¿Qué especie de contradicción es esta? ¿No será que también ellos creen en unas reglas mínimas fundamentales, supranacionales, aunque no lo reconozcan? ¿Es quizás el minarquismo una forma de organización ineludible, incluso para los anarquistas? ¿No será que no vale cualquier cosa, y que siempre debemos partir de unas normas básicas, incluso para competir?
Yo estaré siempre con aquellos que quieren construir naciones más libres, y no con aquellos que quieren más naciones. La calidad antes que la cantidad.
Un territorio nacional grande tiende a ordenar sus instituciones sobre el principio de unidad de destino en lo universal del que nos habla Ortega y Gasset. En cambio, un territorio nacional pequeño tiende a fomentar los sentimientos chovinistas, la autarquía, el cisma, el embrutecimiento pedáneo, la reducción al absurdo y todos aquellos sesgos y querencias que alientan el salvajismo tribal, alejan al ser humano de la objetividad y la razón y le acercan a los animales.
La secesión individual ya existe. España no es una prisión. Yo puedo ir a vivir a una infinidad de países distintos. No hacen falta más experimentos políticos rupturistas, hace falta unir al mayor número de países en torno a los principios unívocos del liberalismo. Y eso pasa por construir una nación liberal en crecimiento, geográficamente mayor, para que todos podamos movernos voluntariamente de un país a otro, y elegir las múltiples opciones que ya existen ahora mismo. Esa es la única secesión individual que nos previene del ostracismo y el destierro obligatorio. Me parece innecesario y peligroso aferrarse a la ingeniería social para defender la creación de nuevos experimentos y territorios soberanos, que a saber cómo resultarán. Luchemos por extender las libertades individuales y no por multiplicar los nichos políticos. Ese debería ser el auténtico lema del liberalismo. Eso debería hacer el auténtico liberal. Pero no lo hace.
“¡Contradicción!, ¡naturalmente! Cómo que sólo vivimos de contradicciones, y por ellas; como que la vida es tragedia, y la tragedia es perpetua lucha sin victoria ni esperanza de ella; es contradicción.” (Miguel de Unamuno).
Todo es contradictorio en el nacionalismo, su idea de democracia (basada en el voto de una minoría territorial), su victimismo (que defienden desde el continuo agravio a las instituciones), su deseo de progreso (que nos devuelve las taifas), y ahora también sus liberales (que han renunciado a defender la libertad y la igualdad ante la ley de todas las personas).